domingo, 28 de septiembre de 2014

SUSPENSIÓN DE LA GUERRA SUBMARINA SIN RESTRICCIONES, VERANO DE 1915


Ha sido mencionado en un capítulo anterior que desde el mes de febrero la campaña submarina había sido llevada a cabo virtualmente sin restricciones en las aguas en torno a Inglaterra que habían sido declaradas como zona de guerra. Hacia finales del verano, en cualquier caso,  solamente había satisfecho una limitada parte de las esperanzas depositadas en sus resultados. En verdad, mucho  daño fue infligido a Inglaterra, pero estaba lejos de tener influencia perceptible sobre las operaciones bélicas del enemigo. En vista de la conducta de las tripulaciones de los submarinos, que eran heroicas y sacrificadas más allá de toda alabanza, la razón de esta limitación se debía al hecho de que no había suficientes unidades disponibles. Mucho tiempo  y trabajo se requería para superar esta escasez. La marina, a pesar de su bien conocido, y con frecuencia excesivo, optimismo no esperaba que este objetivo pudiera ser alcanzado antes de la primavera de 1916. Esta circunstancia de nuevo constituye una seria advertencia contra el peligro tan frecuentemente mantenido por los civiles, que no tenían responsabilidad personal, que uno puede confiar en la guerra simplemente en nuevas construcciones. También muestra claramente que un error desastroso fue cometido en Alemania antes de la guerra prefiriendo la construcción de acorazados al desarrollo de los submarinos, la verdadera arma del poder naval más débil. Pero esta no era la única derivada que la campaña submarina nos había traído serias preocupaciones.


América había al principio buscado obtener la suspensión de la campaña proponiendo que Alemania le daría término si Inglaterra consintiese permitir en el futuro el paso a Alemania de alimentos destinados exclusivamente para la población civil no beligerante de Alemania, y acordando que no sería desviada a propósitos militares. América estaba dispuesta a garantizar esto llevando estrictas medidas de supervisión en Alemania.


Aunque había muy serias objeciones a semejante interferencia en la vida interna del país, nuestro gobierno aceptó la propuesta inmediatamente. Era bastante adecuado que así lo hiciera, puesto que su ejecución habría aparejado relaciones muy cercanas con América, de las cuales se podrían haber esperado grandes resultados. Inglaterra, por el contrario, rehusó, como se podía presuponer dado su punto de vista. Lo que la insistencia de los ingleses en esta política costó al pueblo alemán y que tremenda influencia tuvo en el resultado de la guerra, es ahora un tema de historia. Que contradijera los principios primordiales, tanto de la ley internacional y de la humanidad, no causó ansiedad a los ingleses, quienes nunca han estado influenciados por semejantes consideraciones cuando su propia ventaja estaba en cuestión.
Ni siquiera se contentó Inglaterra con el mero rechazo. En marzo publicó una Orden condenando todo lo de origen alemán en los mares. Esta Orden fue más lejos de las previsiones necesarias para un bloqueo efectivo, aunque no hubiera siquiera sido declarado, y atropellaba completamente los derechos de los neutrales.


América, con todo, adoptó una fuerte actitud de objeción, no a las medidas inglesas, sino a las de Alemania, que eran meramente medidas de defensa contra las rupturas abiertas de la ley internacional. Inglaterra estaba en posición, ya no meramente de rechazar las protestas, sino incluso dejarlas sin respuesta. La nota, por tanto, que América dirigió a Alemania concerniente al torpedeamiento sin advertencia de un vapor americano ( el “Lusitania” ) aludía veladamente a una declaración de guerra. Tras esta nota, nosotros no podíamos albergar ninguna esperanza de que América preservaría siquiera formalmente la apariencia de neutralidad, y tuvimos que considerar que procedería a hostilidades abiertas si había una repetición de casos semejantes al “Lusitania”. Como casos semejantes sucederían en breve si la campaña continuaba en su formato existente, Alemania tuvo que enfrentarse a la elección entre continuar la campaña al precio de traer a América a las filas de sus enemigos por un lado o la restricción de las operaciones y el precario mantenimiento de la paz con América por el otro.

Si América se hubiera incorporado a la Entente en este periodo de la guerra, nos hubiera costado inmediatamente el apoyo de Bulgaria.  Los líderes en Sofía con quienes habíamos negociado por entonces nunca habrían firmado una cuerdo con nosotros si América se hubiera unido abiertamente a nuestros enemigos. Pero a menos que Alemania ganara el apoyo de Bulgaria,  sería imposible guardar permanentemente los Dardanelos cerrados y a Rusia aislada.



La campaña submarina, con sus resultados relativamente pequeños por el momento, no compensaba el precio, y por consiguiente tuvo que suspenderse en el formato empleando hasta entonces hasta nuevo aviso. Solamente podía continuar en la forma de estilo crucero, es decir, que ningún navío comercial podía ser hundido hasta que hubiera sido detenido y examinado.

FUENTE: "EL ALTO MANDO ALEMÁN Y SUS DECISIONES 1914-16"           Erich von Falkenahyn, 1920