El Alto Mando tuvo que ocuparse durante la guerra de algunos problemas de política
interior, especialmente en lo que se refiere al terreno económico (…) La
estrecha relación entre el ejército y la economía nacional impedía establecer
una línea divisoria entre las cuestiones económicas nacionales y la dirección
de la guerra, que si existía , en cambio, entre el territorio de operaciones y
la patria.
Me sentía
responsable del programa de la industria armamentística que llevaba mi nombre.
Lo único que exigí fue que las necesidades de nuestras tropas combatientes
debían quedar cubiertas a toda costa. Cualquier otro precepto fundamental me
hubiera parecido, en un caso análogo ,
un delito contra nuestra patria y contra nuestro ejército. Nuestras necesidades
habían aumentado ; sin embargo no me aventuraba a asegurar si podríamos
atenderlas. Después de la guerra se ha afirmado que mi programa era producto de
la desesperación. Sin embargo quién así opina se equivoca en cuanto a mi estado
de ánimo en aquel momento, bajo cuya influencia nació el programa.
Tomé parte
de todo corazón en la promulgación de la ley para servicios auxiliares de la
guerra. Ante las necesidades de la patria, consideraba que debían reclutarse o
ser obligados a servir a la patria no sólo los hombres útiles para la lucha,
sino también todo el que pudiera prestar sus servicios para algún trabajo,
incluyendo a las mujeres.
Estaba
convencido de que con una ley semejante se desplegarían no sólo las energías
corporales, sino también las fuerzas morales, que podríamos sumar muy bien a
las que ya había en la balanza de la guerra. La confección definitiva de la ley
ofrecía en realidad un resultado esencialmente distinto y bastante más modesto
del que yo había imaginado (…) Sin embargo quisiera llamar la atención sobre un
punto concreto : la falta de un Estado Mayor, de un directorio económico
entrenado para la guerra, cuya inexistencia se dejaba sentir de modo
extraordinario en el curso de nuestra lucha. La experiencia demuestra que en la
guerra ciertas cosas no se pueden hacer emerger del suelo. Si nuestra
movilización militar e incluso financiera era brillante, no lo fue, en cambio,
en la económica. Es cierto que lo que llegó a alcanzarse sobrepasó nuestras
expectativas : ante el férreo bloqueo de provisiones procedentes del extranjero
y el inmenso gasto de material y municiones, tuvimos que hacer frente a
problemas que nadie hubiera soñado en tiempos de paz.
En todos los
grandes problemas planteados por la necesidad, tanto para el ejército como para
la nación en general, resaltaba la imperiosa necesidad de cooperación entre
todos los organismos del Estado para que el mecanismo general pudiera trabajar
sin temor a perder energías en el rozamiento de los engranajes. Era perentoria
la creación de una autoridad que centralizase las demandas y distribuyera las
labores. Solo un organismo de esta naturaleza hubiera podido tomar tamañas
decisiones y prever necesidades, tanto en el terreno militar como en el
económico.
En su labor
podía haber estado aconsejada por grandes especialistas de la economía nacional
y en condiciones de poder predecir los resultados de sus decisiones que habrían
de orientarse en un espíritu de amplia independencia. Nos ha faltado aquella
autoridad.
" Memorias de mi vida" Von Hindenburg ,Capítulo XII, pag. 215-217 de la edición española de 2007
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