Con todas
las consideraciones debidas a la persona del Comandante en Jefe, cuyo nombre
esta asociado en el pueblo alemán con las victoria de Tannenberg, y a los
sentimientos que prevalecían en su cuartel general, tras los resultados de las
operaciones en torno a Vilna, era imposible para el Jefe de Estado Mayor
permitir que estos comentarios pasaran sin una réplica terminante.
Esta
discurrió como sigue:
“Lamento
mucho que su Excelencia considere el
momento actual adecuado para explicaciones de acontecimientos del pasado, los
cuales carecen de importancia ahora; no tendría problema en refutar sus
declaraciones, si concernieran solamente a mí persona.
Pero puesto
que afectan como críticas de órdenes emitidas por el AEM, las cuales, como es
bien sabido, se aprueban en todos los casos importantes con el previo
consentimiento de Su Majestad, me veo infelizmente a hacerlo así. Que
su Excelencia este de acuerdo con los puntos de vista del AEM no es la
cuestión, una vez que una decisión ha sido tomada por Su Majestad. En este caso
cualquier parte de nuestras fuerzas tiene que adaptarse incondicionalmente al
AEM.
Durante las
hostilidades, el traslado de fuerzas desde vuestra área a lugares donde la
presión este haciéndose sentir no es una hazaña precisamente puesto que tiene
lugar bajo la indicación del AEM, él cuál es el único capacitado para semejante
acción.
FUENTE: "EL ALTO MANDO MANDO ALEMÁN Y SUS DECISIONES MILITARES 1914-16", ERICH VON FALKENHAYN, 1920
Lo que su Excelencia
dice acerca de las expresión `error´ usada por mí en la correspondencia
telegrafiada concerniente a la transferencia del 11º cuerpo de ejército no es
correcto. Consideré un error enviar 2 divisiones a una estación en la cual
solamente 15 trenes podían ser manejados diariamente, y deje claro que una
orden semejante no había procedido de mí.
Que
operaciones tiene su Excelencia en mente en su esfuerzo por estigmatizar “el plan de campaña escogido en verano” no
me queda claro.
El ataque
del Grupo Narew puede difícilmente ser puesto en tela de juicio, puesto que su
Excelencia admitió personalmente en Posen que era más un asunto de sentimiento,
si las operaciones del Narew o el Niemen eran decididas. Tras las abundantes
experiencias del último invierno, en cualquier caso, no estoy en disposición de
confiar en los sentimientos de aprecio de otras personas respecto a mis propuestas, pero debo depender
solamente de mis propias convicciones, que consideraron las operaciones del
Narew como las más oportunas.
Podría solamente
referir la oposición a vuestra última propuesta para vigorizar el ala izquierda
de vuestro Grupo de Ejércitos con refuerzos de Mackensen y Woyrsch. Pero esto dependía de dos requerimientos previos que probaron ser completamente
infundados.
No dudo en
decir hoy que la aceptación de vuestra propuesta habría sido desastrosa para
nosotros. Prueba directa de esta falsedad encontramos el hecho irrefutable de
que, si nosotros hubiéramos aceptado la propuesta, nunca habríamos estado en
disposición para transferir a tiempo esas fuerzas que eran urgentemente
requeridas en el frente Occidental. Cualquier examen de la situación desde el
punto de vista de tiempo y distancia, con la debida atención a la condición de
los ferrocarriles y otros sistemas de transporte, prueba esto más allá de
cuestión.
Es verdad
que su Excelencia parece haber sido informado de estas condiciones tardíamente.
De otra manera repetidos y urgentes requerimientos para el despacho del 10º
cuerpo de ejército habría sido bastante incomprensible.
Puedo
deducir justificaciones indirectas para mi punto de vista a partir del curso de
las operaciones al sureste de Vilna. Exactamente lo que yo temía y pronostique tuvo lugar allí. Uno no puede esperar para
asestar un amplio y mortífero golpe, por medio de un movimiento envolvente
contra un enemigo que es numéricamente superior
al que no le
importa los sacrificios de territorio y población, y, encima, tiene la extensión
de Rusia y buenos ferrocarriles detrás de él; y particularmente un movimiento
envolvente sobre el frente principal, en el curso del cual grandes secciones de
las tropas propias no estarían disponibles para la acción, mientras marchan
hacia sus puestos. La sorpresa requerida para el éxito es, como esta
guerra ha demostrado frecuentemente, nunca es lo suficientemente amplia como
para prevenir al enemigo de tomar contramedidas a tiempo.
Aunque claro
esta es posible infligir daño lo bastante importante sobre semejante enemigo
según nuestros propósitos manteniendo contacto con él a lo largo del frente y
de este modo prevenir que desplace sus tropas; así, tomarle por sorpresa en un
punto bien elegido y con fuerzas comparativamente débiles pero fuertemente
conectadas para amenazar en profundidad sus líneas. Ejemplos de esto los
proporcionan las campañas de Woyrsch y Mackensen y también las tácticas de
Gallwitz en Prassnyscz.
Una
oportunidad similar fue, en mi opinión, recientemente ofrecida a su Excelencia
en Orany.
Si, a pesar
de mi actitud hacia vuestras operaciones yo no propuse a Su Majestad
interferir, sino que las apoyé de todas modos, la razón para ello debe ser
encontrada en mi respeto por las convicciones de otras personas en tanto no
amenacen con dañar el conjunto de las operaciones; y porque es imposible medir
con matemática precisión el contenido de cualesquiera operaciones que son
emprendidas con la energía usual en semejantes casos.
Informaré a
Su Majestad de los escrúpulos que su Excelencia levanta contra el repliegue de las 2 divisiones. Debo rehusar
traer los puntos restantes de vuestro telegrama al conocimiento del Káiser,
porque no conciernen a auténticas consideraciones de pasados acontecimientos,
acerca de los cuales, por consiguiente, no es mi intención en ningún
caso atosigar al Supremo Señor de la Guerra en estos difíciles días”.
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