martes, 23 de diciembre de 2014

EJEMPLO DE COMBATE A NIVEL DE PEQUEÑAS UNIDADES MOEUVRES



1-XII-1917

Dias de gloria de la 7º compañía....A las 7.00 horas empezó la marcha. Primero iba el alf. Hoppenrath con los pelotones Mevius, Lefelmann y Walker, luego iba yo, luego el sargento Theuerkauf con 2 pelotones, a continuación el alf. Hopf con 3 pelotones y una ametralladora ligera. Caminamos a lo largo de la Fosa del Dragón atravesando diversas alambradas y barricadas, sin encontrar resistencia (…) El camino en hondonada se volvió cada vez llano y al final desapareció. Después de deliberar brevemente con Hoppenrath decidí dar media vuelta y seguir por la trinchera que se desviaba a la derecha. Encontramos la trinchera abarrotada de pertrechos de guerra, de ametralladoras, fusiles, ingleses muertos, etc.

 De pronto se detuvieron los de delante. Un inglés que estaba en la trinchera había sido avistado y había huido. Más adelante aún sonaban voces. Seguimos adelante, los primero hombres arrojaron granadas de mano. Tras un breve lanzamiento de granadas se hizo el silencio. Los ingleses se entregaron de viva voz. Con las manos en alto pasaron uno tras otro por la trinchera.  Eran unos mozos de porte marcial,  con buenos uniformes. La fila no acababa (….) el sargento Schlaumme y un comando de escolta se llevaron a los prisioneros. Y entonces todos hicieron deprisa un poco de botín. La trinchera estaba repleta de munición y pertrechos de guerra (…) Envié informe, luego proseguimos la marcha, siempre a lo largo de la Posición Sigfrido. Pero a los hombres había que arrancarlos por la fuerza de su botín, del que casi no podían separarse.

Proseguimos la marcha hasta un fortín de madera que defendían los ingleses (…) Los Tommys se parapetaron un poco detrás (…) El hombre que iba abriendo fila, el suboficial Mevius, recibió un proyectil que le arrancó media frente. Para evitar un repliegue general, hice construir una barricada y ordené que fuera ocupada por el suboficial Lefelmann con su pelotón. Una serie de hombres, entre otros el aspirante a oficial Mohrmann y yo, nos pusimos detrás del bancal y disparamos a las cabezas que aparecían por delante. Una ametralladora nos obligó a agacharnos de nuevo. Ordené ir a buscar la ametralladora de la compañía, hubo un duelo a 50 m de distancia (…)

Había aparecido un soldado y un oficial adjunto, del regimiento vecino situado a nuestra izquierda que, según me dijeron, estaba algo bebido. Se formó un algarabía de todos los demonios ¿ Como, que los Tommys están ahí? ¡ A por esos perros!  Estallaron granadas de mano, varios soldados franquearon la barricada y se lanzaron adelante, a la cabeza el oficial adjunto con su ordenanza...

Nosotros no nos hicimos de rogar por más tiempo, sino que tomamos parte en el improvisado ataque, primero yo, luego Hoppenrath (...) seguimos avanzando. Un ruido atronador marcaba nuestro camino. Las granadas de mango que volaban describiendo un arco delataban nuestro camino a centenares de ojos que, con fusiles y ametralladoras, estaban al acecho de un objetivo...Llego entonces la culminación del asalto. Nosotros ya habíamos visto a los Tommys corriendo como gamos en torno a los traveses, ahora se escapaban por una trinchera que torcía hacia la derecha...

Así pues, la situación era la siguiente los Tommys se defendían en la prolongación de nuestra trinchera. A 150 m a nuestra derecha había una trinchera abarrotada de Tommys que disparaban contra nosotros. Junto a nosotros trataban de escapar. Se armó un indescriptible estruendo de granadas de mano. Las granadas de mano, como bolas de nieve, volaban de por docenas, de forma que apenas todo estaba envuelto en humo blanco. Dos hombres me pasaban siempre granadas de mano desenroscadas, que yo lanzaba con seguridad en medio  de los Tommys. Habría podido tener cien manos, pero así también cause daño suficiente. Se añadía a ello la algarabía que causaba la excitación y que salía de cien gargantas, del bando de ellos y del nuestro. En el frenesí del momento, yo ni oía ni veía otra cosa que a aquellos hombres que deseaba aniquilar (...) En medio de aquel torbellino un horrible golpe en la espalda me tiró al suelo.  Me quité el casco de acero y vi horrorizado dos orificios bastante grandes en él. Me toqué la cabeza para ver si el cerebro seguía intacto. Solo sangre, por suerte. (…) 

Pero luego decidí marcharme. Nos pusimos de en camino por la trinchera despejada, en la que caían continuamente por el flanco balas de fusil. Después de haber estado en la comandancia de las tropas combatientes, en la que el capitán Kammer ( nosotros solo lo llamábamos Jammer, “Lamento” ) estaba fuera de sí debido a nuestro enorme avance, atravesando la periferia, fuertemente bombardeada, de la aldea de Moeuvres, llegamos al puesto de socorro, donde me vendaron bien.




FUENTE.  “DIARIO DE GUERRA 1914-1918” DE ERNST JUNGER , cuaderno XII.

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