“Se me figura que un
hombre inteligente no podrá explicarse fácilmente la razón que ha
ocasionado el fin de la guerra de trincheras como no visite el taller
central de reparaciones de los tanques ingleses en Francia. (…)
“Todo esto estaba muy bien” había contestado por adelantado el
actual ministro de Municiones, Mr. Winston Churchill, a la persona
que le reprochaba no haber esperado a tener mil o dos mil tanques
antes de lanzarlos contra el enemigo “ Todo eso está muy bien,
pero no podríamos saber lo que sabemos de los tanques si no
hubiéramos empezado a probarlos en pequeña escala”. Y cuando se
le dijo que con estas probaturas se había dado también tiempo a los
alemanes para construir tanques repuso: “ También todo esto está
muy bien, pero los alemanes tendrán que pasar por las mismas pruebas
que nosotros antes de aprender a manejarlos”. “Y entretanto -
añadió- les llevamos un año de ventaja”.
Este año de ventaja se
hace evidente sobre todo al visitar uno cualquiera de los talleres de
reparaciones. Y ello por dos razones. En las fábricas productoras no
se fabrican más que tanques de una clase determinada, y en muchas de
ellas solamente determinadas piezas. En cambio,acuden al taller de
reparaciones las máquinas de distintas clases, y por la importancia
de este taller puede juzgarse de la magnitud de la industria
productora, y no viceversa. Pero, además, no hay empresa de
automóviles en el haz de la Tierra, ni apenas propietario particular
de estos vehículos , que no haya hecho ya el descubrimiento de que
el órgano esencial para su regular funcionamiento ha de encontrarse
en el taller de reparaciones. (…)
Trabajan en el taller
varios centenares de los mejores mecánicos ingleses. Y no están
solos. Les acompañan centenares de mecánicos chinos, obreros
conocedores de su oficio, que hasta hace pocos meses trabajaban en
los arsenales de su país. Y este detalle que también aprueba la
inagotable capacidad de los aliados. Es el mundo entero, nación
tras nación, raza tras raza, lo que se esta movilizando en esta
guerra". (...)
Pero además surge el
problema de la función de cada tanque. La máquina en que nosotros
anduvimos buen rato en un tanque ordinario, de los construidos para
avanzar a campo abierto, pasar sobre alambradas, trincheras y
montones de ladrillos o de saco de arena. A semejante máquina no se
le puede pedir ligereza. Y no es ligera. Los tanques alemanes, que
aparecieron por primera vez, días pasados, en Villiers-Brettoneux,
son máquinas más grandes, mucho más grandes, con un cañón de 57
milímetros, cuatro ametralladoras, planchas blindadas de 28
milímetros en el frente y de 20 y 16 milímetros en los lados.
Llevan en lo alto una cúpula blindada, en la que se sitúa el
comandante. Esto se sabe porque uno de ellos yace agujereado en la
“tierra de nadie”, como llaman los ingleses al espacio intermedio
entre las líneas combatientes, y las patrullas inglesas nocturnas
han tenido buen cuidado de tomarle las medidas exactas.
FUENTE; Ramiro de Maeztu, "CRÓNICAS DE LA GRAN GUERRA" MADRID 2014
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